La historia real de Augustine Sackett, el ingeniero olvidado que cambió la construcción para siempre… sin que su nombre apareciera en ninguna pared.

La historia real de Augustine Sackett, inventor del pladur y precursor del drywall

Augustine Sackett nació un frío 24 de marzo de 1841 en Connecticut.
Desde niño, sus manos parecían tener una relación especial con los objetos: tocaba la madera y percibía su resistencia… pasaba los dedos por una pared y sentía cada irregularidad como si fuera un mapa.

Su padre, Homer, era meticuloso.
Su madre, Flora, mantenía la casa con un orden casi militar.
Creció respirando olor a madera recién cortada… a papel apilado… observando cómo todo se construía capa sobre capa.

En 1857 entró en el Rensselaer Polytechnic Institute.
Los pasillos olían a tiza, metal y aceite de máquina.
Pero no terminó la carrera. La Guerra de Secesión lo interrumpió.


De la guerra a la invención

Sirvió como ingeniero asistente en la Marina de la Unión.
Cubiertas húmedas que crujían bajo las botas… salitre pegado a la piel… golpeteo constante de herramientas contra el metal de los barcos.
La guerra lo endureció, pero también le enseñó algo: la resistencia no siempre es visible.

Tras el conflicto, no volvió directamente a la ingeniería.
Se metió en un negocio tan curioso como sonoro: fabricar cuellos de camisa de papel.
El crujir seco del cartón al doblarlo… el olor a pulpa húmeda… la repetición precisa de las máquinas.
Ahí aprendió que la producción en serie era un poder en sí mismo.


El problema de las paredes y el nacimiento del Sackett Board

En aquel tiempo, la construcción tenía un obstáculo: levantar paredes era lento y costoso.
Listones de madera clavados con golpes secos… capas de yeso aplicadas a mano… polvo fino flotando en el aire, metiéndose en la nariz y rascando la garganta.
Semanas para acabar una sola habitación.

En 1894, junto a Fred Kane, Sackett tuvo su momento “Eureka”.
Patentó el Sackett Board: yeso prensado entre dos capas de papel resistente.
Liso… rápido de colocar… listo para pintar.
El antecesor directo del pladur y del drywall moderno.


La máquina que revolucionó la construcción

No se conformó con el material.
Diseñó la máquina que lo fabricaría en cadena: rodillos girando con un zumbido constante… cintas de papel interminables… yeso mezclado con azúcar y melaza, con un olor dulce y mineral… prensado, cortado, apilado.

Los constructores tradicionales desconfiaban.
Golpeaban el panel con la mano y decían: “Eso no aguanta. Las paredes de verdad se hacen a mano”.
Pero Sackett sabía que el tiempo y el dinero son dioses poderosos, y su invento servía a los dos.


Del Sackett Board al pladur

En 1909 vendió su empresa a la United States Gypsum Company, que llevó el drywall a toda América.
Las obras cambiaron: el eco de martillazos y polvo dio paso al golpe seco de un panel encajando, el roce de la espátula sellando juntas, y el silencio rápido de un trabajo terminado en días.

Augustine Sackett murió el 10 de mayo de 1914 en Manhattan.
No hubo portadas, ni estatuas.
Pero su invento estaba en todas partes… invisible como las paredes que sostenía.

En 1978, la tecnología llegó a España.
La marca Pladur® registró su nombre y lo convirtió en sinónimo del producto.
Hoy, casi nadie recuerda a Sackett… pero todos usamos lo que inventó.

En 2017, su nombre fue incluido en el National Inventors Hall of Fame.
Un reconocimiento tardío… pero eterno.


En definitiva

Augustine Sackett fue mucho más que un inventor: fue el hombre que acortó los plazos de obra, redujo costes y cambió para siempre la forma en que construimos nuestras casas.
Un legado que se toca todos los días… aunque no se vea.